La muerte del terror

Cuando de los cauces de los ríos más infecto surge un alma sucia,
cuando, de la oscuridad más aterradora que reina en los bosques, emergen los pasos de los errantes sin corazón
La luz, que se filtra por la buhardilla de la casa tranquilas, que atraviesa los rosetones de catedrales milenarias, que  en las lapidas y el éter inconstante se refleja, derretirá en negro el deseo y la inocencia y los caprichos egoístas reinaran en la moral.
De la tierra brotará bilis pútrida, que derrumbaran los caminos, que matara la vida, que apagará la luna. Desde mi atalaya, agazapado y tembloroso, mi piano descansa bajo el polvo de mil años, con la angustia del reo frente al cadalso, con la inocencia de un niño que por primera vez mama.
Apaguese  el sentido y muera todo acto inconstante, del valor escudo y por la vida coraje.

Titilante

En una montaña de recuerdos dorados, la caja de música, acompasa el ir de los años con un ritmo pausado, escondida entre las columnas de viento.
Los recuerdos se evaporan y solo quedan tres sonidos, cinco olores y quizá un poco de calor.
... y se marcha sin esperar un punto, se difumina en un suspiro, tu y yo flotando en el ultimo vals, el que se baila en el recuerdo. Donde la melodía alcanza su climax en nuestro beso, donde simulas caerte y aguanto tu cintura desdibujada en el verde de tu vestido, esta noche es perfecta me digo...
Cerca de la ventana la luz de la vela reflecta nuestra sombra, luna de abril, mayo florido. Susurraré al oído la conjugación de los verso que te hagan amarme, agarraré tus muñecas que no paran de escribir poemas de amor y se deslizaran suavemente por las teclas del piano. Abrazaré tu cuello y el aura de los templos perdidos reinaran por esta noche en mi buhardilla. Seremos dos briznas de hierba que se contonean al paso de los enamorados, en mitad de la tarde, de un recuerdo muy lejano.

El sudor de la clarinetista

Si... la chica que toca el clarinete tiene ojos intensos, están tocando I ain't gonna give nobody none of my jelly roll, tímida, da pequeños saltos perdida en la oscuridad del pequeño local de la ciudad. Buscando un pedazo de tiempo vivo, de espacio quieto. Se contonean al ritmo de la guitarra que marca el pulso, suda, se agita y sus pechos se dibujan en su camisa celeste. Sonríe, se siente especial en un mundo apartado, su pelo corto esconde parte de su cara y aunque cierra los ojos ve. Su piernas se entrecruzan imitando un charleston, el pianista, el trompetista y el banjo la miran, cómplice levanta el clarinete y da la señal al siguiente.

y no me importa

La brisa se esta muriendo y no me importa.
Si un punto existe detrás de la noche, mantorne el sentido, alma acongojada por el tiempo.
Si del frondoso ocupa cierto pasado en ríos pequeños, gnomos bailan al compás de la dulzaina.
Extasiado de luz en los claros olvidados que siempre existieron.
Tres fuegos azules, de los cuerpos hechos flores, tres fuegos
De los cuerpos hechos flores, el jazmín en los ojos, tres fuegos
El lirio en las pestañas y el nardo en la boca, de los cuerpos hechos flores, mil oraciones ablandan la piedra dura.