domingo, 30 de julio de 2017

vacio

Vacío, ausente de mi, noctambulo impávido mirándote  y ni sentirte puedo cuando nuestros cuerpos sudan juntos y exhalan  su éter a bocanadas desde su propia luz.
 Me siento apagado de mi, la llama se transforma, el aceite de la antorcha deja de dibujar las mismas sombras. La cueva se pierde en su misma inmensidad, da miedo avanzar, cada día un paso más.

Los templos y deidades antiguas brotan de sus muros, el latido de mi ser resuena en los ecos de los ojos vacíos, de los aedos del mundo.

De la nívea escultura asoma el musgo que hace de su torso naturaleza. Los rayos del amanecer, brillantes, desoladores. Laberinto inexpugnable, abrazo que absorbe el calor, miedo que quita el llanto.

jueves, 27 de julio de 2017

Entre la madera

En el sendero oculto, donde la sombras de las hojas bailan una danza secreta, paseamos sostenidos del tiempo.
Sin hablar nos miramos, tu rostro da luz al camino, mis pasos la tierra. El perfume de los almendros bajo tu pecho, sobre tu alma. El camino es único, tu y yo. Tres pasos, tres amaneceres, tres meses mortales, las animas susurran que se mueren de aguamarina y limón. El niño llora, la piedra blanca, la brisa agita el tejado, el caballo sediento del manantial eterno bebe. Paseemos arrancando a cada paso, sangre a jirones de nuestras almas y llenando la piedra blanca de esencia informe, tu y yo.
Latidos de un reloj acorazonado, mis mejores deseos, rayos de sol al amanecer, recostado en ti.
Campo perdido, sendero blanco.

jueves, 20 de julio de 2017

El corazón del fénix

Reposa entres las teclas de un piano,
cubierto de paja, en el granero.
Se oyen animales a lo lejos,
los niños juegan, humildes y honestos.

Brilla tras el cristal con cada atardecer,
y el piano se ilumina, y el trigo reluce ocre.
Conoció las mil noches que templan a un alma atormentada.

La niña más inocente de la aldea le susurraba historias de amor,
el corazón abrasaba, la luz...

Lejos, muy lejos de allí, a un oceano de distancia, el ulular del viento
agitaba un mar apaciguado y las palmeras cantaban

Un arco de luz anaranjada cruzaba el cielo
y las palabras resonaban por todo el firmamento

Las campanas vibraban, olía la mar a sal y barro
los niños se miraron, el corazón ardía.

Manantiales etéreos por caminos eternos,
agua que fluye en mitad del camino.

Los pasos dibujan el camino, aprende
el herrero a golpe de martillo

y el corazón, lo hace
perdiendo el brío.